Asegura que la interna trae "despellejamiento y muerte"
Está inquieta por un clima electoral cada vez más virulento, que, según su óptica, lleva a la Argentina por el camino “del despellejamiento y la muerte”. A la vez, se la nota tranquila y confiada en un futuro venturoso para el país, con ella y su partido como protagonistas distinguidos. A poco más de dos meses de las elecciones legislativas, Elisa Carrió cree que la disputa entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde lleva “al país a la irracionalidad política” y a la autodestrucción del PJ, lo que ve como “el mayor obstáculo para el desarrollo argentino en los últimos treinta años”. La candidata a diputada nacional por la ciudad de Buenos Aires no quiere opinar sobre la muerte del comisario Oscar Beauvais, pero aclara que “siempre la pelea por el poder y el dinero dejaron muertes”. Asume una posición crítica con respecto a la actitud oficial frente a las manifestaciones piqueteras y se muestra partidaria de la “libertad de protesta”, aunque aclara: “No hay que tener miedo de aplicar la ley”. Lo dice con tono serio y relajado, mientras se acomoda en uno de los sillones de su departamento de Barrio Norte. Durante una extensa entrevista concedida a LA NACION, y mientras la secretaria partidaria, Elsa Quiroz, la espera para almorzar, la candidata se entusiasma con sus propuestas de un nuevo orden basado en el contrato moral, de distribución del ingreso y un nuevo pacto republicano. Promete dejar las denuncias penales contra el Gobierno para después de los comicios, pero no desafila su estilete verbal. Afirma que "hay corrupción en el Gobierno", que "se desperdician millones en obras públicas" y que el gobierno de Néstor Kirchner "es la última mentira" en términos políticos y económicos. Defiende la incorporación del ex jefe de gobierno porteño Enrique Olivera a las listas de candidatos, se considera "progresista en términos de cambio" y arriesga que en dos años su partido dejará de ser un fenómeno de los centros urbanos. Se prepara, sin ambigüedad, para la batalla por la presidencia en 2007. -Durante esta semana, la interna Duhalde-Kirchner se puso al rojo vivo.
¿Qué puede esperarse para los dos meses que restan?
-Lo venimos diciendo, y ahora está claro. Entramos en la irracionalidad política; ellos [el PJ] entran en un atajo sin salida que forma parte del proceso de fragmentación política que tiene y que va a suceder. Hay que tranquilizarse: a la Argentina le va muy bien; tenemos un camino despejado y la oportunidad histórica de dar un salto moral. Pero algo está claro: el mayor obstáculo que hemos tenido en los últimos treinta años para un desarrollo cultural, económico y de calidad institucional fueron las prácticas políticas, en especial las del PJ.
-¿Kirchner y Duhalde son lo mismo, entonces?
-Es la vieja historia universal de los marianistas: autoliquidación por contradicción interna. Son amigos que se confunden, y creen ser enemigos...
-Luis D´Elia afirmó que el duhaldismo tiene vínculos con el narcotráfico. ¿Tiene razón?
-No jugamos con la verdad en tiempos electorales, aunque D´Elia está haciendo un excelente trabajo para que la verdad salga a la luz. Esto, que decimos desde hace mucho tiempo, es demasiado importante para ser jugado en términos de lucha por el poder. A partir del 30 de octubre vuelven los informes del instituto de transparencia.
-¿Le da un respiro al Gobierno, entonces?
-No; es respetar nuestra lucha. Peleamos por la verdad, no por un posicionamiento político. Hay momentos en que la gente no quiere escuchar, pero no vamos a ser cómplices.
-Se ha referido a esta etapa como "la última mentira". ¿Por qué?
-Es la última mentira, una gran ficción. Agoniza la vieja política mutante, con los viejos actores y las prácticas corruptas. Por otro lado, la tapa de los diarios de 1994, cuando Cavallo [Domingo] anunciaba crecimiento económico, es la misma que la de hoy con Lavagna [Roberto]. En ambos casos, el problema irresuelto es un programa de crecimiento con distribución del ingreso para los próximos veinte años. Por eso insistimos en las políticas sociales de carácter universal que sustituyan los planes sociales clientelísticos, reconstruyan la familia, y así dejen de tener a los pobres de rehenes. Lo que hay hoy es una mentira: estamos dilapidando fondos en obra pública; el 50 por ciento de ellos se lo quedan políticos corruptos y empresarios que cobran sobreprecios. En unos años, tendremos maravillosos puentes y miles de chicos mendigos viviendo debajo de ellos.
-La obra pública siempre generó empleo. El New Deal de Roosevelt sacó de la depresión a Estados Unidos... -
Sí, pero allí no había los niveles de corrupción y sobreprecio que hay aquí. Antes de los recursos de infraestructura, hay que tener recursos humanos, porque si seguimos así vamos a tener obreros desnutridos que no podrán trabajar.
-ARI propone una "alianza de clases" contra la pobreza. ¿Estamos preparados?
-Podemos ir al enfrentamiento de clases y la fragmentación, como Venezuela, sin resolver nunca la pobreza y generando regímenes populistas, o emprender una lucha civilizada, discutir cómo distribuir el ingreso, las instituciones republicanas y un modelo de desarrollo. Apuesto a esta idea frondicista; hay muchos empresarios dispuestos. La pobreza es un escándalo moral para todos.
-Esta semana fue particularmente caótica, con piqueteros acampando y cortando puentes...
-Conocí los primeros movimientos piqueteros; eran auténticos y dieron un grito de libertad en ciudades devastadas como Cutral-Có y General Mosconi. Luego vino la cooptación de esos sectores por parte del gobierno de Duhalde y el de Kirchner. Hoy quedan algunos auténticos y muchos que forman parte de la interna del PJ. Lo que pasa hoy es parecido a [lo de] julio del año pasado, cuando el enfrentamiento Duhalde-Kirchner coincidió con manifestaciones piqueteras; un mes después hubo arreglo y cambió mágicamente el escenario. (Sonríe y guiña un ojo.) Creo en la legitimidad de la protesta, pero debe ser compatible con la libertad del resto. Hay que construir un orden civilizado que permita el imperio de la ley, libertad de tránsito y el derecho a protestar. Si el Estado no puede garantizar el orden mínimo y libertad, deja de ser Estado. No tengo miedo en aplicar la ley.
-¿Cómo lo haría?
-En ciudades civilizadas como Londres se garantiza un lugar en el centro de la ciudad, y calles donde se desarrollan las protestas. Si quiero hacer un acto público, debo pedir autorización: no puedo hacerlo sin comunicarlo.
-¿En este clima se podrán discutir propuestas? -
Lo intentaremos, aunque en el atajo haya despellejamiento y muerte.
-Las encuestas le adjudican un triunfo en la Capital... (Interrumpe.)
-Falta mucho tiempo. Estamos muy bien, pero no creo en las encuestas, en el marketing ni en los mercenarios de la mentira. Sí, en la inteligencia y la creatividad. La elección en Santa Fe [donde ARI llegó al 10 por ciento con una sola lista] demuestra que crecemos y que podemos ganarles al poder y al dinero.
-¿Y qué le falta a ARI para dejar de ser un fenómeno urbano?
-No, no. Somos el único partido de los nacidos después de la crisis que está en 20 distritos del país, y vamos a ser partido mayoritario en pocos años. Los procesos de cambio empiezan en los grandes centros urbanos y en dos años se contagian a localidades más pequeñas. Hay que tener paciencia.
-En algunas provincias no hay signos de ese crecimiento...
-Estamos creciendo en todos lados, pero a veces las encuestas preguntan por los candidatos y no por ARI.
-¿Hay un cambio de estrategia con la incorporación de Olivera?
-No. Siempre dije que no hay que tener prejuicios; crápulas y decentes hay en todas las clases sociales. Los que tuvimos todo debemos dar la batalla contra la pobreza. Y vamos por más...
-¿ARI es progresista?
-Sí, progresista en tanto que fundante de un nuevo orden...
-¿Y en términos convencionales, vinculados a la centroizquierda?
-Los sueños emancipatorios de la modernidad (comunismo y neoliberalismo) están hechos añicos. Hay que pensar el mundo sin dogmatismo. Habla de renovación, pero Cavallo y Menem están de nuevo... Son el atajo. Es la historia de los muertos vivos. Haití, los zombis... siempre vuelven. (Se ríe.)
Pobreza y educación, prioritarias
Las principales propuestas del ARI
"Contesto sobre la campaña, pero quiero hablar de propuestas", insiste Carrió ante LA NACION mientras se acomoda la elegante ruana color verde musgo que lleva puesta. Su proyecto de ingreso ciudadano para niños y ancianos y una revolución previsional y educativa son los caballitos de batalla de las propuestas que ARI presentará el jueves próximo en el teatro Coliseo. -En el ingreso ciudadano para menores de 18 años que propone, pobres y ricos cobran el mismo monto. ¿No es injusto?
-Por empezar, las familias pobres tienen más hijos, el 70 por ciento de los fondos va para ellas. Con la universalidad evitamos a los punteros y al clientelismo; nadie decide a quién dan y a quién no. La gran reforma política es liberar a los pobres. Si montáramos una estructura administrativa para ver a quién le doy y a quién no, me gasto el 30 por ciento del programa. La única política social universal exitosa en la Argentina fue la escuela pública.
-Pregona también una revolución educativa...
-Un país que quiere ser serio debe tener a la educación como pilar. La generación del ochenta igualó a inmigrantes y criollos en la educación pública, con el error de no habernos pensado sudamericanos. En los noventa, se construyó un modelo de aniquilamiento de la vieja estructura con el polimodal, agujero negro funcional a la idea de resignación. Proponemos una vuelta a la educación clásica, muchas palabras y mucha lengua: sólo los que entienden muchas palabras entenderán un mundo complejo. Falta también definir un eje exportable en agroindustria y cultura; nuestro espacio es el del salto moral y cultural.
-Suena a propuesta para 2007...
-No hay propuesta legislativa sin perspectiva de futuro. Sería bueno debatir estas propuestas con otros candidatos.